Ubicada a 41 kilómetros al sur de la ciudad, Playa Caramucho emerge no solo como un recinto natural sino también como un valioso testimonio histórico. Encerrada entre las playas Quinteros y Yape, Caramucho guarda en sus arenas la huella de los primeros pescadores de la región, conocidos como “los changos”.
Estos antiguos habitantes de Caramucho no solo estuvieron completamente adaptados a las labores marítimas, sino que dejaron tras de sí un legado tangible que habla de sus costumbres y modus vivendi. Los vastos basurales conchíferos son evidencia de una población que vivió estrechamente ligada al mar, aprovechando sus recursos con una maestría admirable.
Las reliquias encontradas en la playa, como anzuelos confeccionados con conchas de choromitylus y espinas de quisco, pintan un retrato vívido de su cotidianidad. Las pesas para pescar hechas de piedra y conchas de choro, tejidos con diversos puntos de malla, y herramientas de corte como cuchillos y raspadores revelan una sociedad que, a pesar de las aparentes limitaciones de la época, poseía una tecnología especializada en la explotación de los recursos marítimos.
No solo las herramientas cuentan la historia; objetos más personales como vestimentas hechas de piel de pelícanos y camélidos, esteras de fibras vegetales, y receptáculos hechos con conchas y caparazones de erizos aportan una visión más íntima de su vida diaria.
Aunque Playa Caramucho no se considera especialmente apta para el baño, ofrece un ambiente sereno y enriquecedor donde familias pueden pasar un día entretenido y educativo. El lugar invita a reflexionar sobre las vidas de aquellos que caminaron por sus arenas mucho antes que nosotros y nos recuerda la rica tapeza cultural e histórica que a menudo yace bajo nuestros pies.